lunes, abril 10, 2006

¿Enamorarse de una mujer es un acto terrorista?



Estando en Chile hay más material para alegar y por lo tanto para escribir en el últimamente algo abandonado blog (es la tesis, mi querido y multitudinario público). Pero escuchar declaraciones de don Jorge Medina me produce morbo argumentativo: no quiero verlas pero no puedo dejar de hacerlo, sólo para disentir virulentamente.
Ahora le prestaron micrófono para que diga que le sorprende que los cristianos no reaccionen como corresponde por la “blasfemia” y “ofensa” que sugiere a Jesús enamorado de María Magdalena. Y comparaba con lo que hicieron algunos musulmanes a propósito de las caricaturas de Mahoma.
Sólo quisiera recordar que al profeta musulmán lo dibujaron con un turbante en forma de bomba, asociándolo directamente al terrorismo. Los terroristas, árabes, blancos, negros, amarillos o del color que sean, son personas que atentan contra la vida de grandes cantidades de seres humanos. Efectivamente, Mahoma, el personaje histórico, fue insultado por esos dibujos. Y es un jerarca de la Iglesia Católica, esa que supuestamente profesa el amor como valor como valor fundamental (al menos así me dijeron) el que ahora pone como ejemplo a seguir una reacción violenta y además equipara el terrorismo al hecho de enamorarse de una mujer. Si los musulmanes quemaron banderas y saquearon embajadas por la ofensa a su profeta, ¿por qué los cristianos se quedan tan tranquilos cuando ofenden a su Señor?
Insólito. Sólo quisiera agregar, en beneficio de varios autores y arqueólogos, que la “novedad” de un Judas enviado por Jesús a entregarlo tampoco es tal. Varios teólogos e historiadores lo plantean desde hace décadas, y los autores de El Enigma Sagrado (el libro cuyos autores acusan de plagio a Dan Browne para hacer su Código Da Vinci) abundan en ello. Según esas teorías, además, Jesús pertenecía a una de las familias reales de Israel y era también el líder de uno de los grupos más temidos por los representantes de los romanos (el famoso Poncio Pilatos). Fue un aristócrata subversivo y perseguido político. Por eso se llevaron a su familia (su esposa María Magdalena) a Egipto y luego al sur de Francia. Incluso, puede que no lo hayan crucificado y que Judas era la pieza clave para salvarlo. En fin, las leyendas dan para mucho y los personajes interesantes para aún más. A quienes interese el tema, recomiendo no quedarse con los best sellers (llámense documentales para la tele, novelas o super-producciones hollywoodenses) y leer también las fuentes en las cuales se inspiraron los que ahora hacen millones: los textos de los evangelios gnósticos (desenterrados en Egipto y publicados hace varias décadas), la mentada investigación de M. Baigent, R. Leigh y H. Lincoln (está en todas las librerías) y, por qué no… a la inspiradora pero demasiado esotérica Margaret Starbird con sus dos primeros libros: El Legado de María Magdalena y La Diosa en los Evangelios. Estos dos últimos, sólo para nosotras las mujeres, malignos objetos de deseo, provocadoras de pecados comparables al asesinato en masa. A propósito de todo eso y de que es mi pintura favorita, la imagen es la Madonna de Edvard Munch, el primer expresionista que se inspiró en símbolos cristianos. Muchos de sus sucesores fueron acusados por Hitler como “degenerados” y requisó sus obras… para luego traficarlas por millones. Hay cuadros de este período que jamás se encontraron. Otros, como esta maravilla, siguen en la mira del tráfico de arte. La Madonna fue robada en Noruega en 2004 junto con una de las cuatro versiones del taquillero Grito. Madonnas como ésta no hay más, y por culpa de los ladrones entrar hoy al museo de Munch en Oslo recuerda a las barreras de una embajada gringa. O a la cortina de inicio de El Super Agente 86. Pero qué se le va a hacer. La imagino colgada en la pared del subterráneo de algún magnate que la quería para él solo y no prostituyéndose ante el público. Miro mi reproducción barata y todavía le agradezco a Munch haber juntado para siempre lo que curas como Jorge Medina insisten en separar.