lunes, noviembre 14, 2005

el hombre de la semana


En Helsinki entendí una carta que había leído en la Revista del Domingo. Era un ex embajador en Finlandia, que se quejaba de una al parecer poco benevolente bitácora de la ciudad perpetrada en el pasquín de viajes por Alberto Fuguet. En realidad, Helsinki no enamora a los que gustan del arquetipo de la ex capital de imperio, pero tampoco pasa por pintoresca. Más encima es carísima. Más que Estocolmo, su bella y empingorotada pariente y vecina. Pero me gustó. Es amable al peatón y su gente anda tranquila. Y me atrevería a escribir en piedra que en unos 50 años será valorada como un museo arquitectónico viviente, aunque esa mezcla de funcionalismo militante y unas moles neoclásicas más puras que la mismísima mente de Andrea Palladio la hagan poco digerible y no apta para la postal. Tampoco ayuda al retrato europeo idílico escuchar y leer en un idioma que aún no se sabe de dónde salió, que los lingüistas sólo logran relacionar muy lejanamente al húngaro, y del cual un nativo hablante de lengua romance nada puede inferir. Ni que el segundo idioma oficial sea el poco menos ilegible sueco, y que el tercer y cuarto idioma de las etiquetas sea, respectivamente, estonio y ruso. Los 5 y medio millones de fineses hablan tres idiomas, y por suerte para muchos el tercero es inglés. Pero prefieren el suyo. Tienen sus propias revistas de música, femeninas, de naturaleza, de cine, etc. Y no hablo de Cosmopolitan, Rolling Stone o Nacional Geographic traducidas. Son sus propias revistas, escritas en su idioma por sus propios periodistas.
Cómo será que este pueblo lee los medios que su principal diario, el Helsngin Sanomat, es uno de los pocos en el mundo cuya portada no son noticias sino comerciales. Tiene una circulación diaria de 300 mil ejemplares sólo por suscripción. El diario se escribe vendido, no hay necesidad de forzar la venta con una portada llamativa. En vez de eso, la venden a alguna gran compañía como la cadena de ropa H&M, que anunciaba el viernes un adelanto en vivo de la última colección de Stella McCartney.
Todo esto lo cuenta orgulloso uno de los peces gordos de la empresa, en el último piso de un apoteósico edificio de cristal que da cuenta de su poder. Nos reciben con café y galletas caras, y nos cuentan que de Africa y Sudamérica escriben muy poco. La excusa es buena: necesitarían un periodista “finoparlante” radicado en cada lugar.
Algo parecido nos contaron en YLE, la televisión pública del país. De Latinoamérica, lo más sabroso políticamente para el editor internacional (y en realidad para cualquiera que quiera observar con un poquitín de objetividad) es Hugo Chávez y lo que podría pasar en Bolivia para las próximas elecciones. Por eso logró que le financien un viaje a Venezuela esta semana. Cuando me preguntó de qué país venía, me miró con interés y dijo “estuve la semana pasada en una conferencia con el canciller chileno que andaba de gira por Europa”.
-¿Y?
-“Francamente fue un desastre, el tipo no dijo nada ni remotamente noticioso”.
Es verdad que Walker es fome, pero también es cierto que todavía no explotaba la bomba tropical del fujimorazo. Esa sí que ha sido noticia, aunque pequeña, en estos lejanos países. Al menos ratifica el estereotipo sudamericano: una garciamarqueciana mezcla de líderes corruptos y chusmas que los prefieren como al diablo conocido. A Walker lo empujaron a patadas al campo de un juego que en su barrio no se conocía y se ha maneado como un señorito intentando jugar golf cuando esto es más bien chueca. Nunca se imaginó que lo más cerca que iba a estar Fujimori de volver a Perú luego de renunciar por fax a su sillón presidencial sería pasando como Pedro por su casa por las aduanas chilenas… cinco años después.
Pero qué tanto. Chile aún necesita cierta representación directa en el poder de la imagen del aristócrata, de apellido sonoro, católico y esposa angelical. Y no está mal. De hecho, si yo pudiera elegir al hombre de la semana, el de esta sería el poco noticioso Walker, inmortalizado con esa sonrisa buena onda del deportista de colegio británico. La misma de Allamand. Lástima que no sé dibujar. Y a propósito de hombre de la semana, también en Finlandia, en un bar en la ciudad de Tampere, me encontré con una pared llena de los “hombres de la semana” que Vanity Fair publicaba a fines del siglo XIX, cuando Spy era su dibujante. Me dio la sensación de hogar, porque yo misma tengo una en mi casita en Santiago. El que yo tengo es igual a Eduardo Aninat, y esta se parece harto a nuestro hoy tan ajetreado Nacho. Ayer y hoy, aquí o allá, los señores políticos parecen cortados como la misma tijera.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal