domingo, diciembre 04, 2005

Salvaje y global



A mí me gustan las teleseries de después de almuerzo. Ni siquiera las brasileñas, que son buenas. Prefiero las mexicanas o venezolanas, que hasta se echan de menos con la arremetida de las made in Miami (partiendo por Morelia, iniciadora de la industria y tan recordada por la magistral mostrada de hilacha de Bolocco), que por cierto, también veo. Gracias a esta chabacana debilidad, hoy me encontré riendo hasta el ahogo, mientras caminábamos por la nieve de vuelta de un mercado navideño, en el centro de Örebro. Habíamos visto los coros de niños bajo la nieve, probado los dulces tradicionales, tomado vino caliente y hecho la fila para una enorme salchicha con mostaza con mi compañera de Ucrania. Siempre que me arreglo un poco, Natalyia insiste en que le recuerdo al “arquetipo de la mujer latinoamericana”, habiendo yo recibido el piropo de lo más foronda, aunque sin tener mucha sospecha de cuál podía ser ese arquetipo para alguien de un país tan distinto. (Sospecho que mi atento subconsciente asumió que eso era Salma Hayek).
Hoy ya sé que el modelo es más bien Verónica Castro. Salchicha en mano, mi amiga me contaba con increíble precisión (considerando que ella era todavía una niña) que cuando cayó la URSS se exhibió la primera telenovela extranjera: La Esclava Isaura. Luego vino Los Ricos También Lloran, Rosa Salvaje y Simplemente María. Todas fueron éxitos colosales, toda la ex URSS las vio, y todos –hombres, mujeres, niños y abuelos– comentaban los avatares culebronescos que en Latinoamérica tan bien conocemos: infancia miserable, humillación social, invalidez transitoria (ceguera, pérdida de la memoria u otra), muerte de los familiares, robo del hijo, desprecio del amante a manos de una rival glamorosa y malvada… todo se puede soportar. Todo se debe soportar, porque al final terminaremos millonarias, amadas, sanas y más encima buenas personas. La mala, en cambio, encontrará una muerte digna de su mal vivir: será tragada por un pantano o devorada por los cocodrilos.
Lo que para mí es pura indulgencia kitsch, es para ellos un símbolo generacional de liberación y de apertura al resto del mundo. A Rosa, a María y a Isaura no la iba a salvar ni su sindicato ni el partido ni el Estado, sino algo que Lenin había prohibido: la fe en el dios cristiano (aunque ahora que recuerdo mejor, en el caso de Rosa era a la “Virgencita de Guadalupe”, que es más bien un rezago pagano, pero qué le vamos a hacer).
Así que ese era el famoso arquetipo. Y al igual que pasa en Chile donde hay tanto Kevin, Michael, Stephanie y demases, los nombres de los personajes mediáticos se pusieron de moda: Rosa, María, Mariana, Luis Alberto y hasta Cheíto, me recita mi colega… pero en la rural Ucrania no los usaron para bautizar a las personas… sino ovejas, caballos y vacas. Debe ser que el comunismo los dejó un poco más escépticos.

1 Comentarios:

Blogger Francisca Escobar dijo...

demasiado gracioso imaginarse a una oveja ucraniana que responde por el nombre de cheíto, casi me caigo de la silla...

y tú pensando en salma mientras ella se imaginaba a verónica castro... JAJAJAJA... otras épocas, evidentemente ;)

cómo estuvo la llegada? te quedó linda la tesis? JAJAJAJA BESO

1:39 p. m.  

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